jueves, 27 de octubre de 2011

INÉS Y LA ALEGRÍA

Este ha sido mi primer libro compartido con el Club de lectura de la Biblioteca Provincial de Jaén y he de decir que ha sido una experiencia interesante que me ha permitido conocer a un pequeño grupo de personas con las que comparto mi afición a la literatura. Hemos dedicado cuatro sesiones a comentar  nuestras opiniones sobre la novela y, como digo, ha merecido la pena por lo que pienso continuar. Ya os contaré.
Inés y la alegría es un novelón de más de setecientas páginas que cuenta una bonita historia narrada a tres voces. Está basada en un acontecimiento histórico bastante desconocido, como deja claro Almudena Grandes; hablamos de la invasión del valle de Arán por un grupo de comunistas  exiliados en Francia, hecho que tuvo lugar en octubre de 1944.
La autora nos sumerge en el mundo clandestino a través de dos personajes ficticios:   Inés, una mujer valiente que rompe con su entorno familiar para unirse al bando de los perdedores de la guerra y Galán, el no menos valiente guerrillero que se juega la vida en la lucha antifranquista.  Por otro lado y a otro nivel está la autora como narradora omnisciente que nos cuenta los entresijos del poder político, la historia menos conocida, los trapicheos de los dirigentes políticos, centrándose sobre todo en La Pasionaria y otros miembros del partido comunista de la época como es el caso de Jesús Monzón, Carmen de Pedro o Santiago Carrillo.
Me ha parecido una buena historia y bien contada así en general, pero también he de decir que ha habido momentos de aburrimiento, de pérdida de interés debido sobre todo a repeticiones constantes, no de frases, que eso me ha gustado, sino de volver a contar lo mismo por ejemplo a través de otro personaje pero añadiendo casi nada a lo ya conocido. Y es que desde mi punto de vista a la novela le sobran un montón de páginas, se podría transmitir lo mismo con menos enrevesamiento, con más sencillez y rotundidad, pues en mi opinión, saber decir mucho con pocas palabras es un valor añadido con el que sólo los mejores escritores confirman  su calidad literaria.
La Historia hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales.
Lectura compartida en el Club de Lectura

viernes, 14 de octubre de 2011

ALGO VA MAL. Tony Judt

 En este libro se analizan las implicaciones ideológicas  de la actual crisis del capitalismo y se ofrecen ideas  desde la izquierda para la búsqueda de soluciones a los problemas que ha traído consigo la globalización económica.
Aquí dejo algunos párrafos interesantes que merecen una reflexión:
El capitalismo no regulado es el peor enemigo de sí mismo.
La desigualdad (provocada por el capitalismo)[…] es también la patología de la época y la mayor amenaza para la salud de la democracia. Las sociedades con desigualdades grotescas también son inestables. Generan divisiones internas y […] luchas intestinas, cuyo desenlace no suele ser democrático.
Cuanto mayor es la distancia entre la minoría acomodada y la masa empobrecida, más se agravan los problemas sociales.
Sin embargo los aparatos del poder saben que los pobres votan en mucha menor proporción que los demás sectores sociales, así que penalizarlos entraña pocos riesgos políticos.
En cuanto a la ola creciente,  y por ello preocupante, de privatizaciones Tony Judt tiene muy claro que  la única razón para que los inversores privados estén dispuestos a adquirir bienes públicos que en apariencia son ineficaces es que el Estado elimina o reduce su exposición al riesgo. Se suele asegurar a los compradores que pase lo que pase estarán protegidos contra pérdidas graves lo que debilita el argumento a favor de la privatización. En estas condiciones privilegiadas el sector privado resulta al menos tan ineficaz como el público: se embolsa los beneficios y deja que el Estado cargue con las pérdidas.
Ante esta lamentable situación el autor argumenta que no todo ha de ser cuestión de eficiencia y productividad, también hay que tener en cuenta las consideraciones éticas y unos objetivos sociales amplios y por eso el Estado tiene la obligación de proporcionar ciertos tipos de bienes y servicios por el simple hecho de que son de interés público, incluso para garantizar el orden social y la justicia.
Sigue explicando Judt que al eviscerar los servicios públicos y reducirlos a una red de proveedores privados subcontratados hemos empezado a desmantelar el tejido del Estado.
Precisamente porque la historia no está predeterminada, los mortales debemos inventarla a la medida en que avanzamos. […] Tenemos  que volver a aprender a  criticar a quienes nos gobiernan […] hemos de librarnos del círculo de conformidad en el que estamos atrapados.
Los emperadores de la política económica en Gran Bretaña y Estados Unidos, por no mencionar a sus acólitos y admiradores del resto del mundo […] están desnudos y nadie se atreve a decirlo.
Si los ciudadanos activos o preocupados renuncian a la política están abandonando su sociedad a sus funcionarios más mediocres y venales. […] Políticamente, la nuestra es una sociedad de pigmeos.
Necesitamos leyes nuevas, sistemas electorales distintos, restricciones a los grupos de presión y a la financiación de los partidos; debemos dar más (o menos) autoridad al ejecutivo y hallar la forma en que las autoridades, elegidas o no, escuchen y respondan a quienes son su base y les pagan: nosotros. […] Tales cambios han estado en el aire durante décadas […] la razón por la que no se han producido, o no funcionan, es porque los conciben, diseñan y ponen en práctica las mismas personas responsables del dilema. […] Los parlamentos de la mayoría de los países europeos no están en situación de hallar en sí mismos los medios para recuperar su significación.
El autor defiende en su libro la necesidad de la intervención del Estado en los asuntos que afectan a sus ciudadanos frente a los grandes organismos económicos internacionales. Así señala que la política sigue siendo nacional, incluso si la economía no lo es. Los flujos de capital internacional siguen eludiendo las regulaciones políticas. Sin embargo, los salarios, jornadas laborales, pensiones y todo lo que importa a la población trabajadora sigue negociándose localmente. Algo va mal.
¿Por qué nos hemos apresurado tanto en derribar los diques que laboriosamente levantaron nuestros predecesores? ¿Tan seguros estamos de que no se avecinan inundaciones? pregunta  Tony Judt.
 *Lo que va en cursiva son palabras textuales del autor.