Elegí
esta lectura porque el prestigioso escritor turco Orhan Pamuk en El novelista ingenuo y sentimental
hablaba de ella como una de las grandes obras maestras de la literatura
universal, novela que marcó un antes y un después junto con La montaña mágica de Thomas Mann. Con
esa autorizada referencia en cuanto he tenido ocasión la he leído.
La
contraportada de la edición de la novela de Virginia Woolf que encontré, corrobora
la afirmación del escritor y premio nobel de literatura, en ella se dice: “Desde 1931, año de su publicación, “Las olas”,
ha sido considerada una de las obras capitales del presente siglo, tanto por la
original belleza de su prosa como por la perfección de su revolucionaria
técnica, y, con el paso de los años, su influencia sobre la literatura
contemporánea ha ido acrecentándose”.
Se
trata de una narración de estilo poético plagada de imágenes, símiles y
metáforas que hacen de ella una obra de difícil lectura para los lectores no
suficientemente entrenados en estos recursos literarios; por lo tanto no es
aconsejable para lectores jóvenes o
principiantes. No hay acción ni casi interacción real entre los personajes sino
que todo el contenido se basa en una serie de monólogos interiores,
soliloquios, pensamientos, recuerdos que hacen rememorar emociones y despertares
de la conciencia de lo vivido. Es como
una vuelta al “irreal mundo ido”.
Es
una mirada introspectiva de seis amigos cuyas vidas se han desarrollado de
forma entrelazada y a la vez
individualizada. La novela nos presenta la historia interior, los entresijos
del pensamiento de estos amigos desde la infancia hasta la vejez o, en algunos
casos hasta la muerte.
En
estrecha relación con el original argumento encontramos unas pormenorizadas
descripciones poéticas que nos van marcando el transcurso del tiempo a lo largo de un solo día, desde el amanecer
al anochecer (con los consiguientes cambios de luz y su influencia sobre las
cosas). Es como dos relatos en uno, pero que guardan un extraordinario
paralelismo.
Las
olas van y vienen en un continuo movimiento rítmico, cansino, permanente,
imparable, perpetuo como el paso del tiempo que no se detiene jamás, la eterna
renovación. La vida como la luz solar también es principio y final, nacimiento
y muerte, luz y oscuridad, amanecer y anochecer, alba y ocaso. El sol que nace
y que desaparece en el horizonte una y otra vez, el vaivén de las olas chocando
con la arena una y otra vez, la vida naciendo y muriendo una y otra vez sin
descanso, eternamente.
En
un determinado pasaje del libro la autora declara a través de uno de sus
personajes, lo siguiente sobre ésta, su
novela: Toda frase que extraigo,
terminada y entera, de esta caldera es solamente una fila se seis pececillos [los
seis personajes] que se han dejado pescar
mientras millones de peces saltan y murmuran haciendo burbujear la caldera como
plata hirviendo, y se escapan por entre mis dedos. O en otro momento exclama: ¡Cuán rápido va el torrente de enero a
diciembre! Vivimos arrastrados por la corriente de esas cosas que nos han
llegado a ser tan familiares que carecen de sombra. Flotamos, flotamos…
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