sábado, 5 de enero de 2013

EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS. Joseph Conrad


El corazón de las tinieblas es la historia de un sorprendente viaje a lo más profundo y salvaje de la selva africana, a la vez que representa un intento de acercamiento al alma humana y a su capacidad de adaptación a la barbarie.  La historia se nos presenta a través de dos voces intermedias entre el autor  y los lectores, un narrador anónimo y Marlow, el primero  nos cuenta lo que él escuchó por boca del segundo, un marino curtido por la experiencia que habla como personaje central  de la aventura africana.
 
Joseph Conrad declaró que su objetivo al publicar esta obra era  “la criminalización de la ineficiencia y del puro egoísmo en la obra civilizadora de África” pero fue mucho más allá pues El corazón de las tinieblas representa una inmersión en el horror del colonialismo, la parte más  oscura y no contada por los invasores que expoliaron y explotaron los recursos naturales y también humanos de la zona, sin ningún tipo de remordimiento.

Conrad se expresa así en cierto pasaje refiriéndose a los nativos:

 Ni siquiera con el mayor esfuerzo de la imaginación podría llamarse enemigos a aquellos hombres. Se les llamaba criminales, pero la ley que habían violado, al igual que los explosivos, había llegado, como un misterio insondable, del otro lado del mar. Y más adelante No eran enemigos, ni criminales, no pertenecían ya a esta tierra, no eran más que negras sombras, víctimas del hambre y la enfermedad.

Me ha parecido una obra magistral, muy bien escrita y mejor ambientada. El autor consigue una simbiosis perfecta entre la forma y el contenido. Destacaría su riqueza narrativa a través de una prosa y un vocabulario preciso y rico, con abundancia de adjetivos muy descriptivos que consiguen la excelente ambientación de la novela, el lenguaje contribuye a sumergir al lector en el horror de la oscuridad, de las tinieblas, de la paciente  e inquietante selva como  Conrad la califica en varias ocasiones. Una muestra de dicha riqueza narrativa:

Remontar aquel río era como viajar hacia los orígenes del mundo, cuando la vegetación dominaba la tierra y los grandes árboles eran los reyes. El río desierto, un gran silencio, la selva impenetrable. El aire era cálido, denso, pesado, indolente. […] Sin embargo, aquélla no era una calma pacífica. Era la calma de una fuerza implacable que se cernía sobre nosotros con indescifrable intención, y nos observaba con aire vengativo.

No es una novela del gusto de lectores que buscan sencillez  y  mera distracción, “lectores juveniles” como los llama Emili Teixidor en La lectura y la vida,  juveniles en el sentido de  lectores poco o nada exigentes que no están dispuestos a reflexionar demasiado sobre lo leído, que se quedan en la superficie de una historia simple y vulgar.

Sin embargo estamos ante una obra muy recomendable para aquellos lectores más exigentes y más experimentados que saben apreciar la belleza del arte de  la narración, la belleza de las palabras y del lenguaje bien utilizado, que buscan profundidad, enriquecimiento intelectual y preguntas más que respuestas en los libros que leen.

 

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