Es la historia de dos almas abandonadas
a la miseria y a la soledad en un mundo
de marginados y supervivientes en la periferia de una ciudad cualquiera de los años
ochenta. Lecu es hijo de la droga, olvidado
en un descampado por unos padres yonquis. Magui es fruto de la desesperanza, de
la falta de comunicación, del aislamiento. Dos historias distintas, cada una de
ellas con su propia singularidad, pero también con muchos puntos en común. Sus vidas corren
paralelas durante el desarrollo de la novela para encontrarse ya casi al final
en un intento desesperado por salir a flote y huir de la desolación y el
desamparo.
Como vemos el tema central no es demasiado original, pero sí lo es y
mucho, la forma de contárnoslo. Así, lo que me ha parecido más atractivo de la
novela es el contraste entre la fealdad del mundo narrado y la belleza de la
forma narrativa. El contenido muestra una brutal y cruda realidad, pero ahí
está el arte de la literatura que envuelve esa fealdad en papel de celofán y
nos la presenta con un lenguaje versátil, rico en matices y sutilezas, con un
estilo narrativo plagado de metáforas e imágenes sugerentes y precisas que consiguen
conectar con la sensibilidad de los lectores. Hay mucho talento detrás de esta
novela donde no falta ni sobra un párrafo, una línea, ni siquiera una palabra,
cada cosa está en su sitio, como en el escritorio del narrador.
El ritmo de la novela es perfecto, frases cortas, precisas, cargadas
de significado que consiguen perfilar una amarga realidad, un análisis profundo
del mundo de los marginados explicado de una manera sencilla y poética a la vez
y no exenta de sarcasmo y crítica social.
Nada es crucial destaca por su singularidad, es frecuente
la combinación de distintas técnicas narrativas incluso en el mismo pasaje, se
pasa sin transición del estilo directo al indirecto o viceversa, de la
narración en primera persona al narrador omnisciente en tercera, de la prosa a
la poesía, o incluso a la forma teatral,
a veces el autor utiliza una visión cinematográfica de los hechos describiendo
las escenas desde diferentes planos.
Otorgan riqueza narrativa un sinfín de recursos estilísticos como
las frecuentes alusiones directas a los
lectores dirigiéndose a ellos como “niños”, o las continuas referencias al
mundo de los tebeos o de la literatura.
Llama la atención el hecho de que los personajes secundarios
aparecen sin nombre propio, lo mismo que la mayoría de los lugares en los que
se desarrollan los acontecimientos, así nos encontramos con la Sra. y el Sr.
Yonqui, el Sr. Alto y Locuaz, La Sra. Amable Uno y Dos, la Mujer del Vestido
Recatado… o lugares como Ciudad Mediana o Mundofeo. Y es que esos personajes son muy comunes,
podrían estar en cualquier parte pero aquí
lo importante, lo esencial, lo
individualizado son Lecumberri y Magui o
Margarita en los que el autor pone el foco de su atención.
A partir de ahora Nada es crucial pasará a engrosar mi lista de libros
favoritos. Me atrapó su lectura mientras duró, es una de esas novelas diferentes
a las demás y que dejan huella.
“Nada es culpa, nada es pecado, nada es
crucial […] Cada uno, piensa, cada uno escarba su manera
de no dejarse comer por los gusanos”
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