martes, 6 de noviembre de 2012

NADA ES CRUCIAL. Pablo Gutiérrez


 Es la historia de dos almas abandonadas a la miseria  y a la soledad en un mundo de marginados y supervivientes en la periferia de una ciudad cualquiera de los años ochenta.  Lecu es hijo de la droga, olvidado en un descampado por unos padres yonquis. Magui es fruto de la desesperanza, de la falta de comunicación, del aislamiento. Dos historias distintas, cada una de ellas con su propia singularidad, pero también  con muchos puntos en común. Sus vidas corren paralelas durante el desarrollo de la novela para encontrarse ya casi al final en un intento desesperado por salir a flote y huir de la desolación y el desamparo.

Como vemos el tema central no es demasiado original, pero sí lo es y mucho, la forma de contárnoslo. Así, lo que me ha parecido más atractivo de la novela es el contraste entre la fealdad del mundo narrado y la belleza de la forma narrativa. El contenido muestra una brutal y cruda realidad, pero ahí está el arte de la literatura que envuelve esa fealdad en papel de celofán y nos la presenta con un lenguaje versátil, rico en matices y sutilezas, con un estilo narrativo plagado de metáforas e imágenes sugerentes y precisas que consiguen conectar con la sensibilidad de los lectores. Hay mucho talento detrás de esta novela donde no falta ni sobra un párrafo, una línea, ni siquiera una palabra, cada cosa está en su sitio, como en el escritorio del narrador.

El ritmo de la novela es perfecto, frases cortas, precisas, cargadas de significado que consiguen perfilar una amarga realidad, un análisis profundo del mundo de los marginados explicado de una manera sencilla y poética a la vez y no exenta de sarcasmo y crítica social.

Nada es crucial destaca por su singularidad, es frecuente la combinación de distintas técnicas narrativas incluso en el mismo pasaje, se pasa sin transición del estilo directo al indirecto o viceversa, de la narración en primera persona al narrador omnisciente en tercera, de la prosa a la poesía,  o incluso a la forma teatral, a veces el autor utiliza una visión cinematográfica de los hechos describiendo las escenas desde diferentes planos.

Otorgan riqueza narrativa un sinfín de recursos estilísticos como las frecuentes alusiones directas  a los lectores dirigiéndose a ellos como “niños”, o las continuas referencias al mundo de los tebeos o de la literatura.

Llama la atención el hecho de que los personajes secundarios aparecen sin nombre propio, lo mismo que la mayoría de los lugares en los que se desarrollan los acontecimientos, así nos encontramos con la Sra. y el Sr. Yonqui, el Sr. Alto y Locuaz, La Sra. Amable Uno y Dos, la Mujer del Vestido Recatado… o lugares como Ciudad Mediana o Mundofeo.  Y es que esos personajes son muy comunes, podrían estar en cualquier parte pero aquí  lo importante, lo esencial,  lo individualizado son  Lecumberri y Magui o Margarita en los que el autor pone el foco de su atención.

A partir de ahora  Nada es crucial  pasará a engrosar mi lista de libros favoritos. Me atrapó su lectura mientras duró, es una de esas novelas diferentes a las demás y que dejan huella.

“Nada es culpa, nada es pecado, nada es crucial […] Cada uno, piensa, cada uno escarba su manera de no dejarse comer por los gusanos”

 

 


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