Autor:
Josefina R. Aldecoa
Editorial:
Círculo de Lectores
Fecha:
1994
Páginas:
179
ISBN:
84-226-4893-8
Me
ha encantado esta novela. Es de las que no puedes dejar de leer, de
las que te embelesan entre sus páginas, de las que te reclaman
cuando las tienes a medio leer encima de la mesa.
Está
narrada en primera persona por la protagonista, Juana. Desde que
murió su padre, victima de la guerra civil, ella, aun una niña, su
madre y su abuela tratan de salir adelante en medio de un ambiente
opresor para ellas. Una
vez muerta la abuela, madre e hija deciden
exiliarse a Méjico en busca de una vida mejor. Allí,
Juana pasará su
adolescencia hasta que ya universitaria regresa a la España de los
primeros años cincuenta, para
sumergirse en la clandestinidad y los primeros movimientos
revolucionarios.
Los
personajes secundarios completan la trama enriqueciéndola. La
madre representa el prototipo de mujer de negro, luchadora y
sufridora. Ahí
está Octavio, el protector y después miembro de la familia y su
buena hija Merceditas; Olvido,
la
amiga de la infancia; Remedios, la ama en la casa de Méjico; la
compañera de juventud y confidencias amorosas, Margarita o su
primer gran amor, Sergio.
Una
gran novela, muy bien narrada, sencilla y emotiva.
Texto
de la editorial:
Continuación
cronológica de “Historia
de una maestra”,
aunque de lectura independiente, Mujeres de negro es una novela
sobriamente emotiva, escrita en un castellano exacto y preciso, sobre
un dilatado y oscuro período de nuestra historia reciente, marcado
por la guerra civil española, el México del exilio y el ambiente
universitario madrileño de los años 50.
………………..
.
“Cuando
acabe la guerra” se convirtió en una frase clave de mi infancia.
[…] Un futuro incierto frenaba toda actividad, todo proyecto.
.
La singularidad como virtud no existía todavía para mí.
.
Pero vencerán y entonces sacarán las uñas y las irán clavando con
delectación en los derrotados. Será poco a poco y le darán forma
legal.
.
Yo me había ido para separarme de mi madre, yo había necesitado
dejar atrás la pesadumbre de mi madre, sus trajes negros enlutándola
desde tan joven, yo me había ido para vivir sin remordimiento mi
propia vida.
.
La conciencia del derrumbe total había alejado el temor a ese
derrumbe.
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