El autor y protagonista rememora
su experiencia vital durante unas vacaciones de verano en una isla cerca de
Nápoles cuando él tenía diez años: me
arrimo a través de la escritura a mi yo de hace cincuenta años, para un jubileo
privado mío. Nos relata dicha experiencia desde el presente, en primera
persona, desde un punto de vista actual,
pero a la vez desde fuera, lejos ya de los acontecimientos y sin nostalgia.
En la narración hay saltos en
el tiempo, vaivenes de la memoria y a menudo el autor deja en suspenso una
escena de aquella infancia para exponer sus pensamientos de ahora, del momento
en el que escribe y luego vuelve al pasado para retomar lo que estaba contando.
Con estas intrusiones autobiográficas del protagonista adulto nos enteramos de
que en su juventud participó en las revueltas juveniles y sufrió las cargas
policiales, que trabajó duramente como obrero en una fábrica textil, que estuvo
presente en la guerra de los Balcanes con acciones de ayuda humanitaria, que
aprendió idiomas de forma autodidacta, que lee la Biblia y otros datos de su biografía que esboza al rememorar a aquel niño que ahora le parece un
extraño, ajeno a él: no puedo reconocerme
en ese niño que no se defiende, aquel niño de diez años queda ahora fuera de mi
alcance. Puedo escribir sobre él, no conocerlo.
Y es que a través de esta
novela el autor consigue convertir sus vivencias reales en literatura de la
mejor calidad, con un lenguaje cuidado que emana belleza y elegancia. La
historia está narrada con una prosa muy cercana a la poesía, que nos sumerge en un
mundo de sutilezas y en los delicados sentimientos de un niño que está empezando a
abandonar la infancia y a adentrarse en el mundo extraño de los adultos. Asistimos
al primer acercamiento del protagonista al significado de palabras tan importantes como amor y justicia.
Pero el niño no está solo en este aprendizaje, se deja llevar por una amiga de
la que ni siquiera recuerda su nombre, a la que llama “la chica del norte”. Es
ella la que lo conduce de la mano hacia una nueva visión de la realidad y la que lo adentra
en sentimientos aún contradictorios para él. Así, por ejemplo el niño posee una
concepción de justicia propia, muy particular, la concibe libre de odios y
venganzas pues considera, con toda la razón, que estos sentimientos son
incapaces de reparar las injusticias.
Es una novela muy bien escrita
que deleitará a los lectores que sepan apreciar la belleza del lenguaje y su capacidad
para transmitir sensibilidad.
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