Un intento de Luis García Montero
por acercar la poesía a los niños, y también a los adultos miedosos de
conocerla por considerarla difícil y elitista.
La idea central y que se repite a
lo largo de las páginas es que para ser poeta, sobre todo hay que aprender a mirar
de forma creativa e imaginativa y muy personal.
El libro proporciona a los niños unas
nociones muy básicas sobre lo que son las metáforas, la prosopopeya o la
metonimia, y sobre la importancia de la rima, el tiempo y la musicalidad de la
poesía.
Otro valor positivo añadido son
las explicaciones sencillas y sugerentes de la visión poética de la vida. Así
por ejemplo me ha parecido muy original la imagen del idioma como si fuera un
instrumento musical que el poeta manipula para hacer sus composiciones poéticas
o la definición del diccionario como ese
libro que es la gran memoria de las palabras o la idea de la memoria como algo que siempre va con nosotros como un amigo
amable, pero muy fantasioso, que nos cuenta la vida a su modo y juega con la
realidad, llamándonos la atención en pequeños detalles, olvidando otros,
cambiando el tamaño de las cosas.
La poesía es lo que los lectores
deciden que sea, la han de hacer suya, por eso el autor aconseja que “nunca leas creyendo que hay solamente una
verdad oculta en los versos y que tienes la obligación de descubrirla […] Eres
tú el dueño del poema”.
Y por último una definición: la
poesía es un barco que nos lleva hasta nosotros mismos.
Y unos versos propios¡Cómo resplandece
el interior del alma!
¿Qué amplio horizonte
cuando te tengo cerca!