Autor: Miguel de Unamuno
Edición de: Carlos A. Longhurst
Editorial: Cátedra
Colección: Letras Hispánicas, 267
Fecha: 1997 (1921)
Páginas: 192
ISBN 84-376-0656-X
Y de vez en cuando, un
clásico. Ya era hora de que me perdiera un rato entre las páginas de este libro
del gran escritor bilbaíno, una novela que tenía pendiente de tiempos del instituto
cuando nos habló de ella una de mis profesoras de Literatura, hace ya muchos
años.
Pues bien, ya he
conocido a Gertrudis, la tía Tula, personaje que llena toda la obra con su
carácter y su enigmática forma de proceder. Todos los demás personajes giran
alrededor de ella y de su deseo de ejercer la maternidad. Es una mujer
compleja, como cualquier ser humano por otra parte, que elige permanecer
soltera y preservar su virginidad, lo cual entra en contradicción con su deseo ferviente
de ser madre. Sin embargo consigue alcanzar su meta encargándose de los hijos
de su hermana Rosa y su cuñado Ramiro y también de Manuela.
Gertrudis es una mujer
fuerte que se da en cuerpo y alma al cuidado de unos niños que no son suyos,
que rechaza el matrimonio varias veces o más bien a los hombres en su conjunto a
los que considera unos brutos, ¡hombre al fin!, suele decir ella para
rebajarlos a lo más esencial del ser humano. Aquí es donde más llama la
atención el comportamiento de la protagonista porque a pesar de estar enamorada
de su cuñado sacrifica ese amor en pro de
una crianza de sus sobrinos pura y casta, como la califica ella, en el
sentido de que no esté contaminada con
el sexo. Sólo en su lecho de muerte expresará remordimiento por haber actuado
de forma tan autoritaria y disponer a su antojo de la vida de los demás.
El tema central de la
novela gira en torno a la maternidad y a la virginidad. De ahí las continuas
alusiones a la Virgen Madre de la que Gertrudis
se declara muy devota ¿Cómo conjugar esos dos conceptos en principio
antagónicos? Hoy resultaría fácil pero en la época de la novela no era posible
la fecundación sin la participación física de un varón, sin las previas
relaciones sexuales. Pues bien la tía Tula lo consigue. Y además logra ser el
alma de la casa, la transmisora del legado familiar por vía materna. Otro tema éste, la importancia de la
familia, muy presente en la novela y que el autor trata haciendo un paralelismo
con las colmenas de abejas.
Por otra parte es
curioso que Unamuno no ofrece ninguna descripción física de los personajes, ni
siquiera de la protagonista de la que sólo sabemos de sus ojos tenaces o
tristes. Tampoco encontramos descripciones de lugares, ni referencias espacio-
temporales de ningún tipo, la historia se centra en los hechos y en las
cavilaciones de la tía Tula, sin que haya nada superfluo que desvíe la
atención. Éste es uno de los aspectos que hace que esta novela se pueda
enmarcar dentro del concepto de nivola,
término que el autor mismo inventó para diferenciar sus obras de ficción de la
novela realista tan extendida desde finales del siglo XIX. Una de las características de esta nivola es que se da prioridad a los rasgos
psicológicos de los personajes sobre la descripción de la realidad exterior.
La
tía Tula es sin duda una buena novela, fácil de leer, sencilla,
atractiva y con abundantes diálogos. Entre sus escasas páginas pasan muchas
cosas y pasan muy rápido dando lugar así a un ritmo ágil y dinámico.
Totalmente recomendable
este clásico que fue publicado por primera vez en 1921 y que conserva la fuerza
de un personaje central carismático y ambiguo que se sale de la obra y cautiva
al lector para bien o para mal desde el primer momento.
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